
Solo.
En el centro de la pista,
con las medias de trapecista
arañadas
y unas cuantas costillas rotas.
Tiembla de frío,
horrorizado ante la boca
del abismo
que se abre frente a él.
A su espalda
la mirada aterrorizada
de un caballo
le recuerda
que ya no hay vuelta atrás.
Se levanta
dolorido,
medio roto.
Se sacude el polvo.
Levanta la cabeza,
escupe sobre la arena
un salivazo de sangre oscura.
No tiene a nadie alrededor.
Alza la vista.
Comprueba que el trapecio
se sigue balanceando.
Sabe que no queda
más remedio que subir.
La mirada del caballo le aterroriza.
Agarra la escalera sin mirar atrás
y cuando llega hasta arriba
suplica
sin saber muy bien a quién
que la próxima vez
que se caiga sea
la defintiva.
En el centro de la pista,
con las medias de trapecista
arañadas
y unas cuantas costillas rotas.
Tiembla de frío,
horrorizado ante la boca
del abismo
que se abre frente a él.
A su espalda
la mirada aterrorizada
de un caballo
le recuerda
que ya no hay vuelta atrás.
Se levanta
dolorido,
medio roto.
Se sacude el polvo.
Levanta la cabeza,
escupe sobre la arena
un salivazo de sangre oscura.
No tiene a nadie alrededor.
Alza la vista.
Comprueba que el trapecio
se sigue balanceando.
Sabe que no queda
más remedio que subir.
La mirada del caballo le aterroriza.
Agarra la escalera sin mirar atrás
y cuando llega hasta arriba
suplica
sin saber muy bien a quién
que la próxima vez
que se caiga sea
la defintiva.