
Hay oscuridad ahí fuera.
Ha caído la noche
y bajo una tenue luz
una mano
para nada inocente
escribe:
"no es esta oscuridad repentina
la que me asusta
sino esta estúpida manera
de ahogarme en el dolor".
Levanta el lápiz
y mira por la ventana:
una pareja de enamorados discute
al otro lado del cristal.
Todo es bello en la ciudad silente,
todo,
hasta la extraña forma de mirar
de ese hombre:
en un momento ella levanta la vista
y se pregunta quién será el tipo
que le mira desde un pozo
tan oscuro como la noche.
Sus ojos negros como el abismo.
De nuevo bajo la luz,
con la manos
apenas domesticadas,
acaba por escribir:
"no es a la belleza del dolor
a la que temo
sino a la trampa de seda
que nos teje en la mirada".
Mejor callar.
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