
Malos poemas.
Bajo la carne en ruinas
un ánimo salvaje me arrima
a la ventana.
Desear que una parte de mí
se arroje al vacío
y me deje de una vez en paz.
El dolor que me acompaña.
Delante de mis narices
el espejo roto,
mil fragmentos de un pasado desperdigados
por el laberinto de papel
que empecé a construir cuando me sentí amenazado
por mis propios pasos de animal salvaje.
También buenos.
Quiso decir la araña
que me mordió la mano que detrás
del dolor
habita el valor
de la literatura.
Al fin y al cabo
de eso es de lo que te hablo
cuando te digo
que no te preocupes por mí,
que yo ya estoy salvado.
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